¡Hola chicos! Les adjunto este material creado por el escritor boliviano Victor Montoya sobre el origen de los cuentos populares. Por favor, léanlo que muy pronto lo comentaremos en clases y haremos un trabajito con él. Espero que lo disfruten... Saludos.
Profesora Nazarena.
El origen de los cuentos
Víctor Montoya
El escuchar y el contar son necesidades primarias del ser
humano. La necesidad de contar también resulta del deseo de hacerlo, del deseo
de divertirse a sí mismo y divertir a los demás a través de la invención, la
fantasía, el terror y las historias fascinantes. Es en este deseo humano en el
cual la literatura tiene sus orígenes. Hans Magnus Enzensberger considera que
el analfabeto primero, clásico, no sabía leer ni escribir, pero sabía contar.
Era el depositario y transmisor de la tradición oral y, por lo tanto, el
inventor de los mitos y leyendas.
La tradición oral y los cuentos populares
Las culturas de todos los tiempos tuvieron deseos de contar
sus vidas y experiencias, así como los adultos tuvieron la necesidad de
transmitir su sabiduría a los más jóvenes para conservar sus tradiciones y su
idioma, y para enseñarles a respetar las normas ético-morales establecidas por
su cultura ancestral, puesto que los valores del bien y del mal estaban
encarnados por los personajes que emergían de la propia fantasía popular. Es
decir, en una época primitiva en que los hombres se transmitían sus
observaciones, impresiones o recuerdos, por vía oral, de generación en
generación, los personajes de los cuentos eran los portadores del pensamiento y
el sentimiento colectivo. De ahí que varios de los cuentos populares de la
antigüedad reflejan el asombro y temor que sentía el hombre frente a los
fenómenos desconocidos de la naturaleza, creyendo que el relámpago, el trueno o
la constelación del universo poseían una vida análoga a la de los animales del
monte. Empero, a medida que el hombre va descubriendo las leyes físicas de la
naturaleza y la sociedad, en la medida en que avanza la ciencia y el
conocimiento de la verdad, se va dando cuenta de que el contenido de los
cuentos de la tradición oral, más que narrar los acontecimientos reales de una
época y un contexto determinados, son productos de la imaginación del hombre
primitivo; más todavía, los cuentos que corresponden a la tradición oral,
además de haber sufrido modificaciones con el transcurso del tiempo, no tienen
forma definitiva ni única, sino fluctuante y variada: a la versión creada por
el primer narrador, generalmente anónimo, se agregan los aciertos y torpezas de
otros narradores que, a su vez, son también anónimos. Las modificaciones
tampoco han sido iguales en todos los tiempos y lugares, de manera que existen
decenas y acaso centenas de versiones de un mismo cuento.
"El cuento -en general- es una narración de lo sucedido
o de lo que se supone sucedido", dice Juan Valera. Esta definición admite
dos posibilidades aplicables a la forma y el contenido: cuento sería la
narración de algo acontecido o imaginado. La narración expuesta oralmente o por
escrito, en verso o en prosa. Cuento es lo que se narra, de ahí la relación
entre contar y hablar (fabular, fablar, hablar). Es también necesario añadir
que, "etimológicamente, la palabra cuento, procede del término latino
computare, que significa contar, calcular; esto implica que originalmente se
relacionaba con el cómputo de cifras, es decir que se refería, uno por uno o
por grupos, a los objetos homogéneos para saber cuántas unidades había en el
conjunto. Luego, por extensión paso a referir o contar el mayor o menor número
de circunstancias, es decir lo que ha sucedido o lo que pudo haber sucedido, y,
en este último caso, dio lugar a la fabulación imaginaria".
Ningún género literario ha tenido tanto significado como los
cuentos populares en la historia de la literatura universal. El cuento, a
diferencia del episodio único de la fábula o la exaltación de seres
extraordinarios del mito y la leyenda, tiene muchos más episodios y un margen
más amplio que permiten explayar personajes y acciones diversas. Otra
diferencia es que el resultado final de los cuentos no siempre es optimista o
feliz como en la fábula, la leyenda y el mito, cuyos atributos son la valentía,
la inteligencia y el heroísmo de sus personajes. En el mundo del cuento todo es
posible, pues tanto el transmisor como el receptor saben que el cuento es una
ficción que toma como base la realidad, pero que en ningún caso es una verdad a
secas.
No obstante, la sabiduría del pueblo no ha titubeado, desde
que el mundo es mundo, en aceptar como verdad el argumento de la leyenda, el
mito y la fábula hechos cuentos, ya que sus personajes y acciones recogen las
narraciones contadas -y quizá cantadas- por el pueblo. En tal sentido, el
relato oral fue durante siglos el único vehículo de transmisión del cuento, no
sólo para deleite de los mayores, sino también para la distracción de los
niños, debido a que el cuento contiene elementos fantásticos, que cumplen la
función de entretener a los oyentes y enseñarles a diferenciar lo que es bueno
y lo que es malo.
El origen del cuento se remonta a tiempos tan lejanos que
resulta difícil indicar con precisión una fecha aproximada de cuándo alguien
creó el primer cuento. Se sabe, sin embargo, que los más antiguos e importantes
creadores de cuentos que hoy se conocen han sido los pueblos orientales. Desde
allí se extendieron a todo el mundo, narrados de país en país y de boca en
boca. Este origen oriental se puede aún hoy reconocer sin dificultad en muchos
de los cuentos que nos han maravillado desde niños, y que todavía los leemos o
narramos. Así, en muchos casos son orientales sus personajes, sus nombres y su
manera de vestir, sus bosques o sus casas y también su forma de comportarse, su
mentalidad y, en muchos casos, la "moral" del cuento. Y, por último,
es también típica del mundo oriental la manera de entender y de vivir la vida
reflejada en los cuentos.
Cuentos orientales
Las colecciones más importantes y conocidas de cuentos
orientales traídos a Europa y de Europa a América son: Las mil y una noches y
Calila y Dimna. Una y otra fue motivo de versiones, adaptaciones o imitaciones
por parte de las literaturas europeas, desde las mediterráneas hasta las
anglosajonas. Es más, "la palabra contar, con la significación de referir
hechos, se la encuentra ya en el Calila y Dimna, cuya versión castellana data
aproximadamente del año 1261. En realidad el Calila y Dimna es una de las más
extensas y originales colecciones de apólogos orientales; al parecer su
recopilador Barzuyeh, médico de Cosroes I, rey de Persia, dio a conocer la
existencia de estos apólogos entre los años 531 y 570. Cabe recordar que el
apólogo es la forma más antigua con que se conoce el cuento; en tal sentido, el
apólogo también es definido como una ficción narrada, más concretamente como un
hecho real del que se puede sacar una enseñanza moral.
Ya en el siglo X, los primeros cuentos de origen árabe y
persa llegaron a Europa en boca de mercaderes, piratas y esclavos. Más tarde,
éstos mismos, diseminados en disímiles versiones, llegaron a otros continente
tras la circunnavegación y el descubrimiento. La prueba está en que un mismo
cuento puede encontrarse en distintos países; por ejemplo, "La
Cenicienta", que probablemente honda sus raíces en los albores de la lucha
de clases, conoce más de trescientas variantes, y deducir su verdadero origen,
como el de muchos otros cuentos -entre ellos del germano "Rosa
Silvestre" y el francés "La bella durmiente del bosque", que son
variantes de un mismo tema-, sería un cometido casi imposible. Asimismo, muchos
de los cuentos folklóricos, como los compilados por los hermanos Grimm y
Charles Perrault, no tienen autores ni fechas, y aunque en un principio
hubiesen sido invenciones de algunos cuentistas anónimos, en nada contribuiría
a nuestro análisis, ya que estos cuentos, con el transcurso del tiempo,
sufrieron una serie de modificaciones según las costumbres y creencias
religiosas de cada época y cultura.
Existen varias teorías acerca del origen de los cuentos,
pero se sabe que muchos de ellos tienen su origen en el lejano Oriente. Los
primeros cuentos árabes se hallan impresos en rollos de papiro desde hace más
de 4000 años. Aquí se menciona por primera vez a las hadas que, según cuenta la
tradición, aparecían en el nacimiento de un niño para ofrecerle regalos y
señalarle el camino de la dicha o la desgracia, como en el príncipe condenado a
muerte, que data de 1500 años antes de J. C. No en vano Montegut se adelantó en
decir que, las hadas tienen su origen en Persia, "en ese pueblo
espiritual, sutil y voluptuoso, el más fino de Asia. Salieron de esos enjambres
de espíritu elementales que hizo nacer la doctrina del dualismo y obedecieron a
los encantamientos y a las invocaciones de los magos. Ahí pasaron su larga y
voluptuosa infancia jugando en la luz, en un aire seco y puro en todos los
países con el polvo del Irán, en donde se detuvieron los viajeros y los
extranjeros que las llevaron con ellas, sin saberlo, en el pliegue de sus
ropas, en un pliegue de su turbante y las sacudieron en seguida, junto con el
polvo llevado del Irán, en donde se detuvieron".
Los cuentos de procedencia oriental, como los cuentos de
hadas que tienen su origen en las leyendas y el folklore de los primeros
tiempos, tienen el soporte de la fantasía y comienzan de una forma tradicional:
"Érase una vez, un rey en Egipto que no tenía ningún hijo... Hace mucho,
muchísimos años, en un lejano país del Oriente, allá donde el sol asoma cada
mañana con su cara de oro y fuego, hubo un rey muy poderoso y cruel..." Lo
que sigue a continuación no es más que la fusión de la realidad y la fantasía,
del mito y la leyenda; fuentes de las cuales bebieron poetas y cuentistas, como
si hubiesen mamado de una misma madre, quizá por eso existe tanto parecido
entre los libros de unos y de otros.
Las mil y una noches
El lejano Oriente fue también la cuna de Las mil y una
noches, célebre colección de cuentos que nos abre las puertas de un mundo lleno
de encantos y alucinaciones, narraciones de aventuras fascinantes que proceden
de siglos diferentes y cuya redacción definitiva es posterior al siglo
XVI. Las mil y una noches es, pues, una
creación colectiva de árabes, persas, judíos y egipcios, que escribieron en un
estilo popular, lleno de expresiones que no pertenecen al árabe clásico, y aún
a veces haciendo uso de dialectos, como en el cuento de "Aladino y la
lámpara maravillosa", que fue escrito en dialecto siríaco.
Esta colección de cuentos que pinta poéticamente la vida de
los hombres del Oriente, y, particularmente, la astucia de las mujeres del
harén, es una joya literaria y una "caja de Pandora", que encierra
las figuras más inverosímiles de la imaginación y la fantasía. De principio a
fin, los cuentos están cargados de un enorme poder sugestivo, a pesar de que la
historia se inicia con un rey, quien en venganza del daño que le causó su
primera esposa, da muerte a las demás una vez celebrada la noche de bodas,
hasta el día en que contrae matrimonio con la hija del visir de su reino, con
la joven y hermosa Schahrazada, quien, para evitar su muerte, relata a su
hermana Doniazada y a su esposo, el rey, los episodios de una historia que se
prolonga durante mil y una noches -y no mil-, seguramente debido a las
supersticiones que los árabes tienen con relación a los números enteros,
misterio numérico que se conserva hasta nuestros días.
Según las primeras versiones, la historia de Las mil y una
noches comienza cuando "el Rey Schahzamán sorprende una noche a su mujer
tendida en el lecho, abrazada con un esclavo, y, desenvainando el alfanje, los
deja a ambos muertos sobre los tapices de la cama. Entonces sale a visitar a su
hermano, el poderoso Rey Schahriar. Llega entristecido pero trata de mantener
en secreto los acontecimientos. Por casualidad, un día se asoma a una ventana
en el palacio y ve a la mujer de su hermano entregada a libertinajes aún más
escandalosos que los de su propia mujer. Al verlo, su humor se levanta un poco,
y va a compartir con el inocente Schahriar su desgracia común. Habiéndose
cerciorado de los hechos, Schahriar parte con su huésped para pensar sobre lo que
harían. Los dos hermanos marchan día y noche hasta que llegan a descansar
debajo de un árbol, en medio de una solitaria pradera junto al mar. Luego ven
brotar del mar una negra columna de humo. Asustados, los reyes suben a la cima
del árbol y miran. La columna se convierte en un efrit -una especie de genio-
quien abre una caja de la cual aparece enseguida una joven de espléndidas
proporciones. El efrit cae dormido y la jovencita señala a los dos reyes para
que desciendan. Les enseña un collar compuesto de quinientos setenta anillos
cuyos dueños la habían poseído a ella junto a los cuernos insensibles del
efrit. Reclama también los anillos de los dos hermanos y explica que pese a las
precauciones extraordinarias tomadas por su raptor, siempre ha sido capaz de
burlarle, tan fuerte es la habilidad de una mujer, una vez que tiene ganas de
hacer algo. Ese intervalo milagroso puede entenderse como una clase de vuelo de
fantasía del Rey Schahriar, indicativo del crecer de un profundo y agrio recelo
contra todas las mujeres. De este modo el rey experimenta una fuerte
transformación, y su primer acto al volver a casa es mandar degollar a su
esposa. Enseguida ordena a su visir que cada noche le lleve una joven virgen. Y
cada noche, después de arrebatarle su virginidad, manda que la maten. Esto
continúa durante tres años, hasta que se agota la provisión de vírgenes en el
reino, salvo las dos hijas doncellas del visir mismo. La mayor se llama
Schahrazada y la menor Doniazada. Schahrazada propone a su padre para casarse
con el rey, con la esperanza de ser el rescate de muchas otras de entre las
manos del rey. El visir lo acepta con mucho dolor, y la lleva al rey. Al llegar
la hora fatídica, Schahrazada implora al rey que le permita despedirse de su
querida hermana. Schahriar tiene piedad y mientras le arrebata su virginidad,
sus sirvientes van en búsqueda de Doniazada. La joven, una vez llegada, pide de
Schahrazada un cuento de despedida y el rey nuevamente accede. La astuta hija
del visir empieza a contar una historia, pero la deja incompleta. Así coacciona
al rey, quien, movido por la curiosidad, le permite vivir otro día para que la
historia sea terminada. Y de esta manera Schahrazada procura narrar sus relatos
intrincados y encantadores, noche tras noche, durante mil noches y una
noche".
Como es de suponer, Scheherazada no sólo apacigua la
crueldad del rey y salva a su pueblo de un baño de sangre, sino también teje
con el ovillo de su imaginación una historia detrás de otra, con cíclopes de un
solo ojo, aves gigantes y ballenas que ponen en peligro la vida de
"Simbad, el marino", o en las cuales la simple pronunciación de
palabras mágicas transforman a los humanos en bestias y a las bestias en
humanos, como en "La historia de los tres viejos". Se tratan de
cuentos fantásticos en los que las alfombras, cajas, mujeres y caballos vuelan
cual pájaros hasta desvanecerse en el aire, como en "El caballo
volador", o cuyas fórmulas mágicas abren montañas y descubren riquezas en
deslumbrantes cantidades, como en "Alí Baba y los cuarenta ladrones".
En estos cuentos no es raro que un cofre abandonado en la cima de un monte
conduzca a un sótano rodeado de piedras preciosas y, ésta a su vez, a unos
jardines cuyos árboles dan frutos de oro macizo, como en "Aladino y la
lámpara maravillosa". Los genios, nacidos del cuello de una botella para
castigar a los malos y premiar a los buenos, aparecen y desaparecen en los
remolinos de polvo y entre la copa de los árboles, como en "El mercader y
el genio" o "El ladrón de Bagdad", donde un genio, mofletudo y
de aspecto bondadoso, emerge de la boquilla de una lámpara, rodeado de un
luminoso halo de luz, para hacer rico al pobre y pobre al codicioso. Con
seguridad, muchos recuerdan todavía estas palabras: "¡Ábrete, Sésamo!"
o las profecías del profeta Mohamed, quien lee el pensamiento de sus
adversarios y descubre los secretos escondidos en el corazón humano.
Estos cuentos fantásticos, que tuvieron una gran importancia
en Europa y el mundo, que han inspirado a los escritores de todos los tiempos y
han deleitado a grandes y chicos, fueron traducidos por primera vez a un idioma
occidental por el francés Antoine Galand, en doce volúmenes (1704-1717), los
cuales no sólo se ciñeron a un texto único, sino a varios manuscritos que son
piezas de un mismo mosaico. "Por otra parte, se han ido descubriendo los
textos árabes de cuentos que se hallaban en las ediciones orientales conocidas,
como el de ‘Aladino y la lámpara maravillosa’. En suma, se ha ido haciendo un
minucioso trabajo de recopilación y de crítica".
En la actualidad se conocen una infinidad de ediciones de
Las mil y una noches, con traducciones y adaptaciones destinadas a la infancia,
sin que por esto se haya omitido o alterado lo más relevante de esta obra
clásica: la fantasía.
FIN